Detrás la estación
donde el olvido y las tardes
consumen decoro:
el bambú de la charca
nos muestra el sendero.
Sin hierros ni mantos
me empeño en tu aire.
Tu barca es la mía,
y mis suelas adoquines.
La vista del andén
humedece la paciencia,
y las nieblas no agonizan
y los ecos se detienen
y el amor se nos reinventa.
A ti volveré siempre.
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