¿Cómo apaciguar
la palabra que acaricia
con la severidad del trueno
sin coquetear con el magma,
o con el estoicismo
de quien unge los oxidados pies
de las estatuas?
Como aquella flor
que quiebra la roca del fiordo,
-quien posee la infinita piedad
de imponer lo bello con sangre-
así es mi determinación
de ser arte para ti.
Nuestras noches
se acumulan sin murallas
y una música precisa emerge
como axioma del amor:
besar tu vientre henchido
de las aves de la vida
será mi salvación.